Durante más de once años, Ucrania ha atravesado un crisol de sufrimiento. Desde 2014 —y con aún mayor intensidad desde la invasión a gran escala en 2022— nuestro pueblo ha sangrado, ha llorado pérdidas, y ha defendido con valentía su tierra y su dignidad.
En los territorios ocupados, las iglesias son quemadas, los pastores arrestados y la fe es puesta a prueba… pero no ha sido apagada.
Hemos presenciado genocidio, ciudades arrasadas, niños secuestrados, cuerpos mutilados y vidas destruidas.
Hoy, las fuerzas del mal se han unido: Irán y Corea del Norte abastecen de armas al Kremlin, y regímenes dictatoriales han formado una alianza terrorista. Esta guerra no es solo contra Ucrania, sino también contra Israel, contra la verdad y contra la libertad. Estamos en el epicentro de un conflicto tanto militar como espiritual: una lucha global entre la luz y la oscuridad.